Continuamos nuestro paseo por las calles más céntricas de Barcelona para seguir descubriendo esas tiendas de toda la vida, donde además de ofrecer los productos más exquisitos, son parada obligada tanto para turistas como para los propios barceloneses por su enorme atractivo e historia.
Hoy nos quedamos en la calle Roger de Llúria 85, para admirar emocionados el Colmado Murria, un establecimiento emblemático de estilo modernista que abrió sus puertas en 1898. Murria es uno de los ultramarinos de Barcelona con más solera, dedicado a la venta de alimentos delicatessen tanto locales como internacionales. Y por supuesto, entre sus productos gourmet no podían faltar las Galletas Birba, sello de tradición y calidad.
Atractivo turístico y trato personalizado
El Colmado Murria es un local modernista de belleza innegable que se ha convertido en un atractivo turístico por sí mismo. Su situación privilegiada cerca de otros reclamos turísticos como la Pedrera o la Plaza Catalunya y el hecho de formar parte de la Ruta Modernista del Ayuntamiento de Barcelona, han hecho de este ultramarinos uno de los más visitados de la ciudad condal.
Y es que ya desde fuera respira historia y tradición, y atrae irremediablemente a todo aquel que pasa por delante a cruzar su puerta. Una vez en su interior sentimos haber hecho un viaje en el tiempo, creemos estar a principios del siglo pasado, dispuestos a comprar los manjares más distinguidos para sorprender a nuestros comensales.
Su decoración mantiene la esencia de este tipo de locales centenarios, con altas y robustas estanterías que guardan todos los productos con un orden impecable. Como impecable es también el trato que tanto Joan Murria, propietario de la tienda, como su equipo, brindan a los clientes, a quienes ofrecen un trato personalizado y les asesoran con todo el cariño y profesionalidad.
No en vano el Colmado Murria ha sido distinguido con diversos reconocimientos que le confieren prestigio a nivel mundial (Medalla de Honor de Barcelona, Q de Qualitat de La Generalitat de Catalunya, entre muchos otros).
Si las paredes hablaran…
Pero además del aspecto estético del establecimiento, su atractivo viene también de su larga andadura, de la historia que atesoran sus paredes después de más de 100 años, anécdotas, situaciones vividas, clientes de toda la vida que se convierten casi en familia…, en el Colmado Murria la frase “si las paredes hablasen” cobra todo su sentido.
Joan Murria, propietario del ultramarinos, nos cuenta con melancolía que vende Galletas Birba desde hace 80 años. Recuerda que al principio se vendían a granel en unas latas que el cliente tenía que devolver. Nos reconoce que para él las variedades de cubanos clásicos, sin chocolate, y los Ametllats eran “las mejores galletas del mundo, y lo siguen siendo”.
Esta pequeña anécdota es sólo un ejemplo de lo mucho vivido en el interior del Colmado Murria, momentos mejores y peores, épocas tranquilas y otras más convulsas. Desde su localización privilegiada, este auténtico establecimiento ha sido testigo de todos los cambios que ha sufrido la ciudad, y mientras muchas otras tiendas han ido cerrando, Murria ha sobrevivido, manteniendo su esencia y siendo fiel a sus orígenes y forma de trabajar. Es por eso que, como también nos confiesa orgulloso el Sr. Murria, además de las visitas puntuales que reciben, son muchos los clientes de toda la vida que mantienen.
Los visitantes de Murria vienen en busca de los mejores quesos locales y europeos, de sus exquisitos jamones y embutidos ibéricos, de los deliciosos foie gras franceses, el distinguido caviar de esturión iraní fresco y los mejores ahumados, de la cuidada selección de los mejores vinos, cavas y champagnes destilados, de las más de 100 marcas de whisky, los aceites, vinagres y conservas de calidad, cafés y tes de todo el mundo o de los chocolates y galletas más exclusivos.
Pero además de buscar productos únicos para ocasiones especiales, los clientes visitan el Colmado Murria atraídos por su encanto, por su esencia modernista, por las ganas y necesidad de volver a lo auténtico, por parar un instante y dejarse llevar por la vuelta al pasado. Porque este tipo de establecimientos son un oasis en medio de la vorágine de la ciudad, porque en ellos el tiempo se para y podemos disfrutar de todo su esplendor con la calma que transmiten. Porque son una experiencia en ellos mismos y todos deberíamos hacerles una visita en algún momento para descubrir un poco más sobre la historia de Barcelona.
¿Os animáis?